ð vida y martirio


BIOGRAFÍA DE DON JOSÉ PENALVA ZARAGOZA




Este es un episodio que relata la muerte de don José Penalva Zaragoza, por la necesidad de hacer justicia a la verdad histórica y rendir homenaje al “santo cura de Catral”  que sigue estando en la memoria y el corazón de la buena gente. Tengamos siempre presente la historia para que no vuelva a repetirse, por ello recordemos y perpetuemos la inmolación de este testigo de la fe.


     
Durante la Guerra Civil hubo en España represión en la retaguardia de ambos bandos; en el caso de la zona republicana, los católicos fueron identificados con la población desafecta. Desde el 18 de julio de 1936 (fecha alzamiento nacional) hubo un estallido revolucionario en la zona republicana. La Iglesia Católica se convirtió en ese sector en uno de los enemigos a los que había que eliminar. 



Así, Andrés Nin[1], dirigente del partido revolucionario POUM, proclamaba en un  mitin llevado a cabo el 8 de agosto de 1936 que habían resuelto la cuestión religiosa: “Nosotros  lo  hemos resuelto totalmente yendo a la raíz: hemos suprimido los sacerdotes, las iglesias y el culto[2]”. Esto es lo que se denomina “crimen de guerra” contra la Iglesia, el sacerdote como su máximo representante y el patrimonio histórico de España entera. Se van a cumplir 77 años desde que en 1936 don José Penalva Zaragoza  vertió su sangre inocente y vio truncada su vida de la manera más cruel e inhumana.

     
Iglesia Nuestra Señora del Rosario en la que 
estuvo detenido y fue párroco desde 1916
Aquel fatídico 1936 se vio obligado a abandonar su parroquia en Benejúzar y refugiarse en su villa natal, Catral, donde el día 3 de agosto, cuando se hallaba leyendo un libro acerca de las maravillas de la naturaleza y meditaba sobre los prodigios de la providencia, se vio sorprendido por un grupo de “benejucenses”, quienes con voz cavernosa, preguntaron si allí vivía don José Penalva, a  lo  que  éste  contestó  afirmativamente, preguntando: “¿qué queréis, hijos míos?” Y contestaron  broncamente: “En nombre del señor alcalde, dése  usted por preso”.

    
Seminario San Miguel
Don José Penalva Zaragoza nació en Catral en 1876 de padres cristianos y piadosos. Inició sus estudios en su pueblo natal y terminó interno en el Seminario de San Miguel de Orihuela, con notables frutos. En 1901 fue ordenado sacerdote y  nombrado coadjutor de su pueblo hasta 1916. Ese mismo año, previas oposiciones generales, fue nombrado cura propio de Benejúzar hasta que fue asesinado en 1936, aunque antes pudo hacer mejoras importantes en el templo parroquial

Iglesia de los Santos Juanes de Catral
de la que fue coadjutor desde el año 1901 en que fue
nombrado sacerdote

Foto Charles
     
Según relata don Joaquín Espinosa[3]: “Y él, vestido como se hallaba de su honrosa sotana, se entregó, y le obligaron a despojarse de aquélla y a subir a un coche, en el cual fue conducido a su casa de Benejúzar. Después a la casa parroquial convertida en cárcel, donde fue saturado de tantos aprobios y amarguras y él que nunca se había quejado, pidió a sus familiares que lo sacaran de aquella situación. Fue apartado de aquella prisión, pero el día 19 unos guardias de asalto reclamaron les fuera entregado el párroco para llevarlo a la capital, a lo que se opusieron los de la villa de Catral. Ya el reloj marcaba las primeras horas del día siguiente, cuando un centinela clamó: “sacristán y cura, levantaos pronto”.

     Antes, en las elecciones del mes de febrero, colocaron una bomba junto a su despacho. Durante el Jueves Santo estalló otro artefacto junto al templo. Un grupo de sicarios le impidió también visitar a un moribundo. El alcalde de Benejúzar lo amenazó con quemar la iglesia si no se marchaba del pueblo y él se refugió en Catral.  Visitó, cuidó y amortajó a un enfermo tuberculoso cuyo hijo vigiló a don José en la cárcel “para que no se escapara el bandido cura[4]”.

      Viendo el saqueo y quema de imágenes, decía: “Señor, perdónales, no saben lo que hacen…” Cuando su  hermana  María  Antonia  lo  visitó en la cárcel,  le dijo: “Lo único que puede pasar  es que  me  maten, pues  sería mártir, ¡…no tendré yo esa dicha…! Don José retiró el Santísimo de la Ermita de la Purísima junto a don Jerónimo Márquez, su sobrino sacerdote, e impartieron la comunión a sus familiares.

Un coche como este llevó al suplicio a
don José Penalva y su sacristán
    Y en la madrugada de aquel día de agosto, se oyó la voz del centinela: ¡Sacristán, cura, arriba…![5],  “…los obligaron subir a un coche y el centinela, avergonzado de su conducta, se detuvo en la carretera. Pero otro lo reemplazó y los condujo al infierno del suplicio, un paraje solitario y de naturaleza vacía...”  Los hicieron descender del coche, vendaron los ojos del sacerdote sobre los cristales de sus gafas mientras Cayetano, el sacristán, imploró perdón por su esposa e hijos. Hubo un momento de indecisión y pensaron en soltar a las víctimas, pero uno del grupo sacó sin pensarlo un puñal y lo clavó en el pecho de don José, y animados los demás sacaron sus pistolas y acribillaron a las víctimas sin compasión al borde de la carretera. Y por si fuera poco, desangrados en el suelo, asestaron sobre ellos golpes con las culatas de los fusiles en una verdadera carnicería y le arrancaron un brazo. Era el jueves día 20 de agosto del 36[6].








[2] HUGH, Thomas: La Guerra Civil Española; nació en el Reino Unido en 1931 (Londres, 1977).
[3] ESPINOSA Joaquín, M.I. Sr. Dr. Don, Canónigo y Rector del Seminario de San Miguel de Orihuela: Héroes de la Fe (Orihuela, 5 diciembre 1942).
[4] SALA SEVA, Federico: 180 Testigos de la Fé, Gráficas Díaz, 2ª edición (Alicante, 1994).
[5] Así lo atestiguan su hermana Isabel Duréndez, y el M. I. Sr. D. Elías Ibáñez, Canónigo de la Concatedral de Alicante, familiares del sacristán Cayetano Duréndez.
[6] Agradecimiento a la familia Penalva por su aportación oral, gráfica y escrita.




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